La madeja y la estrella II: IV Yo era el caminante



La madeja y la estrella II

Retratos de familia

IV
Yo era el caminante, desandaba mis huellas de niño en la espesura de hojas muertas. Yo creí en la luz y en el destierro, en la madera que mira al cielo y en los callejones de piedra. Levemente fui abandonado en el mundo. Me salvaron una tribu de estrellas y los dones de la palabra ocultos en el corazón de un pájaro.
Yo era el caminante, y al andar palpaba con los pies desnudos la carne de la tierra. De niño, bella edad en que no se teme a la intemperie y la humildad es un ardor que no se padece, sostuve la agotada rama de un pino para aprender que la vida es fragancia que se disipa y flecha disparada que el aire equilibra.
Yo era el caminante de los rojos caminos que llevaban a una sola morada, allí la habitación, el agua fría, las puertas entreabiertas; allí el tejido y la sombra, la aurora de pétalos rosas y el rostro de una mujer que feliz me aprisionó en sus brazos.
 Yo fui el caminante, y al andar sostuve el peso del mundo con la firmeza de mis pequeños pasos.