El Astrófilo V



Qué alarmante es la noche, qué seductora
cuando de los últimos ecos del atardecer
ha hecho del tiempo una fúlgida tiniebla.
No es el mar un idílico azul de rara profundidad,
no es el verdor de las islas que antaño
cedieron a la música griega, de oro y de vino.
No es mi corazón el rojo sueño de mil venas,
no son tus manos, invisible mujer que acaso espero
el mármol donde declinan, silenciosos, los libros.
Es la noche astronómica de palpitante fuga
donde en constelada filigrana reposan
las aguas de olvidadas costas; es la noche
en que palabras de humo se elevan
a la sabana celeste donde me contemplo y donde muero.




Dos poemas





Contemplábamos la noche astronómica;

un meteoro cruzó el negro cielo, nos desgarró.

Luego brotó esa hermosa sensación de haber muerto,

ese otro sueño en el que nos sumimos al mirar.


...


Dónde el silencio sino en los tardíos

colores de la tarde que se niega a morir.

Dónde el armónico latido de mi corazón

sino en el extraño temblor de una estrella.


(C) Wilson Pérez Uribe



Escritura del origen




Dorada geografía de la tarde,
en tu callado mar traza el grato amor
la fina escritura del silencio que teje
en álgebra y en fuego la simiente cadencia
del poema cuyo rostro aún oculto en la piel de los días
sueña el alfabeto y el secreto fósil de las estrellas.

Escritura del origen, mapa cuántico de una mano,
Dharma, Sutra, refugio, prodigio último de la rosa espiral.


Más allá está la luna y su cóncavo cráter dibujado,
más allá los anillos circulares del planeta
y la quieta mariposa que en millares de años aleteará.
La tarde ida, la tarde muerta es ya nostalgia
en esta orilla cósmica; la temprana tiniebla
funde el origen y la palabra en los silencios de esta escritura.

(C) Wilson Pérez Uribe

En Los Trabajos y los Días, radio de la Universidad Nacional de Colombia

A principios de junio 2014, Wilson Pérez Uribe fue entrevistado en el programa de radio "Los Trabajos y los Días", de la Universidad Nacional de Colombia. Una lección de inteligencia y sensibilidad y un testimonio del poder transformador de la poesía. La vinculación del ser humano con el cosmos, la necesidad etimológica de la humildad, el conocimiento de la tradición poética, los románticos ingleses, Jorge Luis Borges, William Ospina, Carlos Framb, los astros de nuevo, la contemplación maravillada del mundo y por supuesto, la Palabra.


Tratado del silencio




Las horas previas al ocaso
me han traído en horrorosa dulzura
la sensual tristeza de Alexis
tras los cristales de cierta morada en Viena;
la perfecta visión, acaso rigurosa,
del trazado camino que ha erigido
el sol en su andar milenario;
ese ondular de las hojas en la brisa viajera
modificando el espacio tiempo en su simple danzar.
Conozco el temible acecho de estos dones
cuando en la sanadora presencia de la luz
aceptaba que el silencio no era la callada voz
ni el anhelo de poblar en voluptuosa imagen 

estos versos cargados de tardía laboriosidad;
el silencio era otra forma, consciente y sufrida,
de estar acompañado en el acto de vivir.