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Hablábamos de la noche como de la memoria, del tiempo y de las heridas en el corazón. Hablábamos de la música y de los libros, de las hojas del sauce, de Shakespeare, del amor y de las cosas idas. Hablábamos sin hablar, con la mirada, con el tacto, concediendo al tiempo el don de consumar a su paso lo que debida y dolorosamente callábamos.