Contempla en silencio la danza de los astros,
que se eleven tus ojos al púrpura, azul, ámbar celeste
cuyos ardores viven turbulentos en tu sangre.
Cierta música va entretejiendo en tus sentidos
la alta y antigua cosmogonía de estrellas.
En ellas no verás la cadencia del número
que el árabe soñó en la quemante arena
ni la medida sombra ni el plano ni la línea
que adustas forman el rostro de un hombre griego.
Tras los pasos lentamente caminados,
ante el asombro de la materia que se yergue
y que no olvida destellar luz ante el cristal nocturno,
hallarás el mapa de tus manos y el fósil de tu memoria
en el continuo rumor, pródigo y lejano, del confín sideral.
(C) Wilson Pérez Uribe