El Astrófilo III





A qué fragor de pesado metal
debemos la ascensión flotante de la niebla
y la figura invisible del viento en los trigales.
Qué astro perdido en las ánforas celestes
celoso ocultó por centurias la precisa gota de agua
y el blanco rumor del papiro.
Me inquieta el origen de la seda,
la lisura del cristal o la fatal medida de la clepsidra.
En la hilvanada justicia de mis dudas reconozco,
que tanto mi sangre como la efigie de barro
poseen algo de mitología y de secreto cósmico.
Me asombra que en la noche ofrecida al firmamento,
mis dedos hubieran aceptado un cadencioso destello
para moldearlo en número, en letra y en humana perplejidad.

(C) Wilson Pérez Uribe