Escribir el tiempo de la luz entre el follaje. Escribir la duración del tacto sobre la temblorosa carne del otro. Escribir que hay un recuerdo, vago, del ayer, y tras su aroma, el olvido tensando los hilos. Escribir que no hay un comienzo cierto ni un fin definible. Escribir que, secretamente, algo nos hiere y nos duele y nos purifica. Escribir para decir lo que se calla. Escribir para callar lo dicho, lo tantas veces ultrajado, lo desnudado, lo apartado de ti y de mí. Escribir porque las palabras re-velan este instante. Escribir porque al cerrar los ojos las palabras velan el tiempo en la luz de su eternidad. Escribir con palabras dictadas por los ojos. Escribir con la mirada, con el labio, degustando, contemplando. Escribir, porque escribiendo se fluye en el respirar, porque escribiendo el vuelo del pájaro de rama en rama se hace instante, temblor sonoro, palabra que transita en la piel.
(C) Wilson Pérez Uribe