En la alta búsqueda de los astros destiné la noche, la aurora y el poniente; leí en la vaga penumbra una página donde las leyes, símbolos y cartografías convergen. He escuchado el clamor de mi destino en la lejana música de Júpiter y Venus; he ordenado en el cielo como hojas en la estación seca, el rostro siempre amado y meditado, que nunca sabrá de mi remoto olvido ni el por qué de mi llanto, fruto de su efímera memoria.
No soy más que un arquetipo, una larga espera, un descifrar de esplendores por ocio y azar. Soy un constante ahora de luz y sombra en la desnuda y trágica armonía del tiempo.